Los Candidatos y el odio

El odio en Colombia

Estamos por estos días en el punto más caliente del debate político. Y, como es normal, el debate incrementa los odios. En ninguna época del año se hace tan evidente la forma en que odia el colombiano. Se odia al de derecha, se odia al de izquierda, se odia al de centroizquierda o al de centroderecha y todos quieren ser el centro de opinión. Me dañan el genio las noticias y me daña el día la ponzoña que reina en las redes sociales.

presunción de inocencia

No creo que al candidato extraño a mis afectos se le pueda considerar  una porquería y no juzgo por su pasado. Si ha cometido algún  delito, para denunciarlo están los juzgados y, para juzgarlo, los tribunales. Y no me creo autorizado a privar a los demás, políticos o no, del derecho a la presunción de inocencia; la violación de ese derecho se la dejo a la prensa.

paz en redes sociales

 A estas alturas del debate ya tengo claro quién va a ser mi candidato. Y no lo voy a gritar ante ustedes aquí, en las redes sociales. No quiero dañarles el genio. Debo respetar la paz del fin de semana de cada uno de ustedes; y para respetar la mía, no voy a abrir Facebook, ni Twitter, ni Instagram, ni nada. A estas alturas ya nadie me convence.

Democracia y aristocracia

 Y que gane el que diga la mayoría. No digo que gane el mejor, porque no hay mejores ni peores. Así es la democracia. Gana la mayoría, no el mejor. Si se votara por el mejor, estaríamos en una aristocracia.

 

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NIEVES DEL RUIZ # 14

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La Nueva Esclavitud

Los mismos con las mismas. Los mismos que mandan y los mismos que siguen eligiendo a los que mandan a pesar de sus abusos. Por eso esto nunca cambia. Y, ¿cómo es posible? Por las maquinarias de la politiquería.

¿Cómo funciona  la máquina de la la esclavitud?

Una maquinaria funciona como una red. Como una máquina que esclaviza todo el sistema. Pero ojo. Es una red de esclavitudes. Por eso no hay quien proteste. Por eso es peligroso caer en ellas.

Y la red comienza con un joven querido por la comunidad que, lleno de buenas intenciones, se llena la cabeza de sueños. Y empieza a buscar apoyo. Pero el apoyo sólo lo brindan los partidos políticos que ya han montado maquinaria. Y el apoyo cuesta. Entonces nuestro héroe, convencido de que el cambio sólo se dará a largo plazo, acepta el apoyo y se afilia al partido. Y se convierte en un esclavo raso, que sólo trabaja para acrecentar la red macabra.

Las maquinarias se apoderan de las Instituciones

Y eso no es todo. Cuando una red se monta en la máquina de El Estado, empieza a apoderarse de las instituciones; y las instituciones son empleos, y los empleos son votos multiplicados por tres, por cuatro, por ocho o más, que son el combustible de la maquinaria.

Por eso es que en tiempos de elecciones la calle se llena de sonrisas fingidas de hombres jóvenes y mujeres bonitas en afiches que mencionan el partido y el número con que aparecerán en el tarjetón. Y en algunos casos, por detrás del joven candidato, la imagen del patrón, el dueño de los votos, el amo de la maquinaria, con cara de “yo no fui”.

Una limosnita, por el amor de Dios

Y en tiempo de elecciones los funcionarios de libre nombramiento y remoción tienen que salir a la calle a mendigar “el votico” para que el mundo siga como está, para que no se les vaya a acabar el empleíto. Como si el trabajo fuera una limosna. Y cada uno tiene cuota: papá, mamá, hermanos y, si los tiene, abuelitos. Y bueno, todos tenemos amigos, no? Ahí está el escalón más bajo de la maquinaria, la verdadera fuerza que sostiene la red.

Nunca he visto un candidato que proponga acabar con el sistema perverso de las maquinarias; nunca, uno que presente un proyecto que le dé alguna garantía al esclavo de “libre nombramiento y remoción”, que es el que mantiene  en marcha la maquinaria. Y estoy seguro de que si algún valiente lo presentara tendría que salir del congreso con el rabo entre las piernas. En este sistema perverso está prohibido tocar la reserva de energía que hace funcionar la maquinaria de la corrupción.

 

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Tiempos de Clientelismo

Hay que votar

Es tiempo de elecciones. O en tiempos de clientelismo, que es lo mismo. Como si no fuera igual la cuota de votos que la mordida, aceptamos que los gamonales les pidan a los funcionarios públicos, además de la cuota mensual para el partido, su cuota de votos para elegir al de siempre. Y la rueda sigue rodando para mantener las cosas como están, los mismos con las mismas. Eso es Colombia.

Pero hay que votar. Rojo o azul, verde, amarillo o variopinto, hay que votar. Cada uno según sus intereses. No podría ser de otra forma. Votar es la manifestación más elemental de la democracia, y hace ya casi treinta años que decidimos ser una nación democrática. Bueno, lo decidieron los que en ese momento nos representaban. Eso es la democracia, no?

No somos una nación

Lo que no está muy claro es que seamos una nación. Nadie sabe cuáles son los valores culturales que nos unen. Cuando juega la Selección somos uno, pero si juegan Nacional y el Once somos enemigos. Por eso el fútbol no puede ser lo único que nos una. El fútbol es demasiado trivial para ser el soporte de una nación.

No somos una nación, y eso es lo que aprovecha el clientelismo. Votamos siguiendo nuestros propios intereses, y siguiendo sus propios intereses los clientelistas nos dicen que votemos por ellos. No tenemos intereses comunes. Por eso no somos nación.

Los ideales también hacen nación

Pero podemos empezar a serlo. Todo en la vida tiene un principio. Y el primer paso está en las propuestas que hacen los políticos, clientelistas o no, para que votemos por ellos. Ellos sueñan con gobernar, y soñando nos meten sus mentiras. Y así gobiernan. Como los ideales son sueños, esas mentiras que creemos pueden empezar a ser el ideal. Y cada político, clientelista o no, inventaría la suya. Y votaríamos por ellos a sabiendas de que lo que prometen es mentira; después de todo, así ha sido siempre en la historia de Colombia. De esta forma el ideal general sería la resultante de las mentiras por las que voten la mayoría de los colombianos.

Controlar el clientelismo

Y hay un segundo paso que por pereza los colombianos no hemos decidido dar: hacerle seguimiento a cada promesa. Si los electores de cada candidato le hicieran control anual a la mentira por la que votan, podrían al final entender que la promesa no era más que un engaño para persuadir incautos. Y cada clientelista empezaría a ser controlado por sus electores de principio a fin.

Y un tercero, que consiste en desechar al clientelista que incumple. Si controláramos podríamos señalar, podríamos protestar, podríamos acusar. Y basándonos en el control a la mentira por la que hubiéramos votado, en las elecciones siguientes podríamos decirle al funcionario público de la familia por qué no le vamos a regalar el voto.

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