Los Masones y el GADU

A la gloria del GADU

GADU, o Gran Arquitecto del Universo. Este es el término que, evitando entrar en discusiones religiosas, utilizan la mayoría de los masones para referirse a un Principio Creador. Este término ha generado discordias hasta el punto de segregar a un grupo de masones que se autodenominan “progresistas”, se creen “liberales” y consideran “dogmática” a la masonería “regular”. Y en parte tienen razón, pues la ciencia de los últimos tres o cuatro siglos ha ido arrinconando hasta el anacronismo el concepto de “deidad”; por eso los que no piensan bien los términos dicen con ligereza que “la ciencia es atea”. Pero si se mira el problema con un poco de sutileza se entiende que ni la ciencia es atea, ni la masonería dogmática, ni el GADU un concepto creacionista ni el progresismo tiene que negar la importancia de un Principio Creador. Veamos.

La ciencia es la forma en que el hombre (y en el concepto “hombre” incluyo también a la mujer, pues la capacidad de pensar no tiene sexo), con su propio esfuerzo, es capaz de entender el mundo. Es decir, la ciencia por antonomasia renuncia a lo que las religiones llaman “conocimiento revelado” o “verdad revelada”. Y, siendo la naturaleza como un todo el objeto de estudio de la ciencia, en todo estudio científico se excluye toda verdad de este tipo. Y, según la ciencia de nuestro tiempo, para explicar el origen del mundo no es necesario el concepto de “creación”; y desaparece así del plano ontológico la necesidad de un “creador”. La ciencia no es atea. Simplemente, es que en su objeto de estudio no aparecen las “verdades reveladas”; dicho de otra forma, la ciencia, como el fútbol, no es religión.

Qué es entonces un “ Principio creador”?

Un principio creador podría ser, sí, una inteligencia sin cuerpo capaz de crear el mundo; pero, si aceptamos que según la ciencia de nuestro tiempo para explicar el origen del mundo no es necesario acudir a dicha hipótesis, deberíamos aceptar que “principio creador” es la capacidad que tiene la naturaleza de agregarle valor al mundo, de poner cierto orden en este universo caótico. Con esto estaríamos trasladando el “principio creador” desde el plano ontológico a un plano axiológico más humano; y, al hacerlo, le estaríamos abriendo a la ciencia la puerta para que intervenga en nuestras emociones, gustos y valoraciones. Y, ¡válgame dios que interviene!

¿Y qué tiene que ver una ciencia, atea o no, con nuestras emociones?

Además de dar explicaciones, la ciencia genera tecnología. Y la tecnología les agrega valor a las vidas de los hombres (y, otra vez, incluyo a las mujeres; reitero que no estoy hablando de sexo) y una vida más valiosa sólo se puede juzgar desde el plano emocional. En este orden de ideas, tenemos que aceptar que en la naturaleza existe algo capaz de agregarle valor a la vida y, por “crear valor”, podemos decirle “principio creador” aunque éste no haya sido necesario en la creación (ontológica) del mundo. Si bien la ciencia no necesita dar explicaciones sobre la “creación”, la ciencia no es atea porque en sí misma es un acto de creación que enriquece nuestras vidas.

Así las cosas, el “principio creador” no tiene que ser un “dogma revelado” y se convierte más bien en “Verdad de Perogrullo”. Y los hombres (incluídas las mujeres) que nieguen su propia capacidad de agregar valor están aceptando en sus vidas pasivamente el determinismo biológico que afecta la vida de las vacas y las cucarachas.

Desde este punto de vista, los masones que aceptan  la idea del Gran Arquitecto del universo no son dogmáticos. Y puede entenderse la Masonería Regular como una Institución Fraternal que acoge a todos los hombres (aquí, sí, debo excluir a las mujeres; la masonería que acepta el concepto de GADU es una Institución masculina; pero ese asunto será el tema de otra exposición) independientemente de su orientación filosófica (creacionista o no creacionista) para ponerle un poco de orden al caos de la vida, es decir, para crear valor.

Y en el plano espiritual (cualquier cosa que la palabra “espiritual” signifique) está el GADU, concepto tan amplio que puede abarcar nuestras emociones, nuestros sueños, nuestras fantasías, nuestros valores y nuestros ideales sin exigir de nosotros alabanza alguna por supuestamente haber creado los mares, los montes o las estrellas.

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ORDO AB CHAO

El conflicto entre ciencia y religión

Dicen algunos físicos que el universo es holograma. Y en clase de religión se nos dijo que fuimos creados “a imagen y semejanza del creador”. Ciencia y religión, que siempre han estado en conflicto, aparentemente afirmando lo mismo.

Como si lo que nos separara fuera sólo el lenguaje, no el sentido de lo que afirmamos. Y la mayoría confunde el significado de “saber” con “creer”. No entiende esa mayoría que “creer” no es otra cosa que una forma simple y elemental de entender el mundo sin tener que hacer esfuerzo por comprender los postulados de la ciencia. Para esa mayoría el hombre fue creado “a imagen y semejanza de la deidad”, de la misma forma que un holograma de tres dimensiones se consigue orientando rayos de luz a partir de un concepto de dos dimensiones.

Y dicen los que “creen” que el universo es orden y que todo parte de un principio absoluto de perfección. Y los que en vez de “creer” tratan de comprender el mundo mediante el “saber”, han estado estudiando todos los días las evidencias de “la creación” hasta vislumbrar que el mundo, creado o no, es un hervidero de desorden. Y a ese hervidero le llaman “Caos”.

Imagen y semejanza de la perfección

Pero cuando se explica el universo desde el caos se entiende que el holograma puede ir al contrario, que la perfección, como un holograma, podría ser una creación conceptual (y, por lo tanto, humana), a “imagen y semejanza” del entendimiento humano. Desde el concepto de caos es posible afirmar que el cerebro organiza el universo, que es caos en continuo cambio, de la forma que más le conviene. Y que el orden, como en todo holograma, es sólo una ilusión.

Los masones reconocemos ese orden como si fuera un “templo interior”. De ese templo interior es que surgen nuestra ubicación en el mundo, nuestro comportamiento y nuestro ideal. Y sabemos que no hay ideas innatas. Por eso el holograma se hace a partir de la experiencia, no de la creencia.

El holograma del Templo

Un holograma a imagen y semejanza de Dios lo enseñan mejor las religiones. La Masonería nos ofrece un holograma, sí, pero un holograma de la sociedad. Para eso trabajamos en Logia con otros Hermanos. Por eso es que en Masonería no se habla de religión.

Y así como un templo interior a imagen y semejanza del Creador lo construyen mejor las religiones, la masonería está llamada a crear un mundo mejor, es decir, el templo interior de la masonería debe ser el modelo del que surja el holograma de un “templo social” que nos permita vivir esta vida en paz con nuestros semejantes. Eso es lo que significa “ordo ab chao”, es decir, “orden en el caos”.

 

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